sábado, 23 de enero de 2010

Anécdota de un cliente terco...

Hace algunos años, un "azulete" (así les digo a los policías auxiliares y bancarios de cariño), me contrató para que le armara un equipo a su gusto, que iba a ser utilizado por sus hijos.


El mayor de ellos, tenía aproximadamente mi edad, y como todo buen puberto se la pasaba conectado a internet durante horas viendo gilipolleces inútiles, incluyendo porno. Su linea telefónica se caracterizaba por tener mucho ruido, y como se conectaban por Dial-up (si no sabes que es eso búscalo en la red), eso le ocasionaba desconexiones constantes, que lo obligaban nuevamente a conectarse y lógicamente a hacer una nueva llamada telefónica que mas tarde se vería facturada en el recibo.


Por si fuera poco, el sujeto descargó un programa que tenía regalo.... Un dialer.


Como el azulete trabajaba en el acceso del metro donde vivo, seguido tenía que verlo. Y para mi desdicha, a este buen hombre se le ocurrió que el responsable de toda la desgracia de su inflado recibo telefónico, era yo. Así que comezó a exigirme que le pagara su recibo, porque yo le había armado el equipo y le había instalado todo el software.


En ese momento recordé que durante toda mi vida como prestador de servicios de informática, había conococido personas nefastas y de mente cerrada, pero este tipo se llevaba el premio número uno. Y si hubiese sido una competencia, seguramente él hubiera ganado por su grado de idiotez.


Como soy un muchacho paciente, prudente y comprensivo, le expliqué detalladamente la naturaleza absurda de su petición aproximadamente 5 veces. La última utilicé recursos pedagógicos que se apoyaban en sencillos dibujos ilustrando la problemática.

A pesar de todos mis esfuerzos el azulete seguía empecinado en que le pagara su recibo, y como ya estaba utilizando palabras un tanto subidas de tono, tuve que ignorarlo por completo.

Como yo tenía que pasar por ahí todo el tiempo, tenía la desgracia de que siempre vociferara sobre lo que él creía en su mundo de caramelo como correcto. Un día lo cambiaron de estación, y al parecer el tipo desistió de su exigencia. Así termina esta triste historia que culmina en un informático fastidiado y un policía ignorado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario